En 2013 publicó la primera versión de La camiseta de Lolo, un retrato del ídolo de Universitario de Deportes, Teodoro “Lolo” Fernández. Para este proyecto, que nació en las aulas del curso Periodismo Literario, se sumergió en archivo periodístico que parecía perdido en el tiempo y llegó a conocer a las personas que acompañaron al futbolista en sus últimos días. En 2019, se publicó una reedición que incluye una mirada al fenómeno cultural que “Lolo” Fernández sigue provocando hasta el día de hoy.
¿Qué te motivó a elegir a este personaje para tu proyecto del curso Periodismo Literario? ¿Fue un interés personal o llegaste a él por el ejercicio mismo del periodismo?
Al comienzo, no tenía muy claro cuál sería el personaje que abordaría. Empecé con Emilio Lafferranderie “El Veco”, también investigué sobre Gastón Acurio, pero ninguno me terminaba de cerrar. Mi interés por el periodismo deportivo me llevó a orientarme a un futbolista, aunque, al principio, tampoco tenía muy claro cuál. Conversando con amigos, alguien me sugirió hacerlo sobre “Lolo” Fernández. Sabía que era un jugador importante para Universitario de Deportes y, también, para la historia del fútbol peruano. Conocía sobre las leyendas y mitos que se contaban alrededor de su figura, pero no tenía muy claro cuáles eran verdad o no, pues la mayoría de hinchas de la ‘U’ (como yo) no lo hemos visto jugar. Había dos historias que me llamaban la atención: las famosas olimpiadas de Berlín 36, en las que él participó, y el Combinado del Pacífico, un equipo peruano-chileno que, en la década de 1930, hizo una gira por Europa por mucho tiempo. Con Marco Avilés, mi profesor en el curso, tratamos de plantear una historia que se alejara de lo mítico y se acercara a “Lolo” como persona.
Como dices, “Lolo” Fernández es una figura enorme. ¿Cómo fue el trabajo con tu profesor para delimitar qué iban a contar en este proyecto y qué no?
En un primer momento, le presenté a Marco un índice muy enfocado en la vida deportiva del personaje. Planeaba dedicar un capítulo a su infancia en Hualcará y en cómo se hizo futbolista, otro a las olimpiadas, otro al Combinado del Pacífico y terminar con su despedida, una fecha icónica en su vida. Era un índice más biográfico que de crónica. Sin embargo, una vez que inició la investigación, esto cambió.
La primera entrevista que hice fue a un periodista de la época que se llamaba Teodoro Salazar Canaval, quien había escrito un libro sobre “Lolo” en el año 1992 (Lolo, Ídolo Eterno). Me lo regaló y fui a la Universidad Ricardo Palma a sacarle copia; entonces, se me acercó una persona, como un ángel (cuando uno está en la investigación ocurren este tipo de suertes). Me dijo: “¿Ese libro es de ‘Lolo’, ¿no?”. Le conté que estaba haciendo una investigación sobre él y me respondió que trabajaba en la Universidad Agraria con su sobrino, Arturo Fernández. Este último sería mi puerta de entrada para entrevistar a quien había sido la enfermera de “Lolo” en la Maison de Santé, donde había pasado sus últimos años. Eso fue fundamental para hablar de él como persona y no quedarnos solo en la leyenda del futbolista. El sobrino me advirtió algo más que condicionó la cobertura en cierto sentido: que la familia era un poco reacia a que se hicieran homenajes. De hecho, cuando “Lolo” era joven y futbolista, se compuso mucha música sobre él, autorizó libros, pero, luego de su muerte, la familia fue más reticente. Ese ángulo, por su cuenta, se convirtió en parte del libro.
¿Cómo delimitaste cuáles serían las fuentes que necesitarías para contar esta historia?
Como comenté, esas dos primeras fuentes, el periodista y el sobrino, catapultaron el índice del libro; el primero me permitió acceder a otros futbolistas, a la familia; y el segundo me llevó a una fuente importantísima para el primer capítulo, la enfermera.
A ella la entrevisté dos veces; la primera ocurrió en la Casa del Pueblo del APRA; estuvimos casi dos horas conversando y se generó cierta confianza. Gracias a ello, la siguiente entrevista fue en la Maison de Santé. Fuimos al piso donde había estado “Lolo”, que es como una especie de geriátrico, y en el que había un retrato suyo. El dueño de la clínica era hincha de la ‘U’ y le había dado la suite más grande sin pagar un sol. Varias de las enfermeras que habían estado con él todavía trabajaban ahí, y me contaron que era un personaje distinto en la clínica (era una leyenda del fútbol, después de todo): lo dejaban salir, le daban de comer cosas diferentes, usaba terno, porque no le gustaba llevar ropa de enfermo. Todas esas anécdotas enriquecieron ese primer capítulo.
Para el capítulo de las Olimpiadas de Berlín 36, logré contactar a un periodista de Publimetro llamado Carlos Arias Schreiber quien, como había estudiado en un colegio alemán, había encontrado el documento oficial que registraba todo lo que había pasado entonces. Para el capítulo del Combinado del Pacífico, tomé como punto de partida un libro del año 58 (Lolo, su vida y sus goles), escrito por un periodista llamado Guillermo Cortez, apodado “Cuatacho”. A él, “Lolo” le había dado el diario de uno de los jugadores chilenos que había estado en el viaje desde Perú hasta Europa. El documento contaba el día a día, había varias historias sobre el viaje y los partidos que habían jugado.
La otra parte de la cobertura fue la investigación que hice en bibliotecas, en busca de archivo periodístico. Su despedida, por ejemplo, fue reconstruida en el libro casi minuto a minuto, a partir de recortes de archivo y los recuerdos de varias personas. Fue bastante difícil, sobre todo, reconstruir la historia de “Lolo” como jugador, teniendo en cuenta los años que han pasado.
Una vez terminada la cobertura, ¿cómo fue el proceso de planeamiento del texto? ¿Qué estrategias o métodos tomaste en cuenta para organizar tu material?
Para mí es básico tomar apuntes cuando hago entrevistas, más allá de que esté grabándola. Todo el que ha pasado por el curso de Periodismo Literario sabe que se necesitan entrevistas de dos, tres, cuatro horas, así que es importante saber, más o menos, en qué parte de la conversación están los bits importantes que deben estar en el libro de todas maneras. Según lo que me contaban, yo iba pensando cómo se plantearía la historia en el texto.
Por otro lado, yo tenía un índice que, si bien había pasado por muchos cambios, ya estaba cerrado. Eso es fundamental para ordenar tu información. Tenía un archivo con los recortes de periódico que había encontrado, ordenados según capítulo. Según eso, yo iba seleccionando cuáles iban y cuáles no. Porque, cuando uno hace una crónica larga, termina usando el 20 % o el 30 % de la información que tiene.
¿Qué referentes tuviste en mente al momento de escribir?
Los dos libros previos sobre “Lolo” (el del 56 y el del 92) fueron una referencia en cierto modo, pues me permitieron plantear algo diferente. Estos textos tenían un estilo más bibliográfico, habían escrito desde la amistad o la cercanía con el jugador, y yo quería salir de eso. Aunque metiéndole pasión, mostrando el fanatismo.
Los cursos de crónica de la universidad me dieron varios referentes. Leímos muchos textos de la revista Etiqueta Negra: recuerdo uno de Villoro sobre Ronaldinho, la manera en que él cuenta historias de fútbol es muy especial. También tuve en mente El partido, de Andrés Burgo, un libro genial que relata la historia del partido de Maradona en el Mundial de México 86, no desde la perspectiva de los jugadores, sino desde la del utilero, la del hincha que estaba en el estadio. Otro referente fue Miguel Villegas, quien es un amigo, y tiene esa forma de contar la historia con pasión y emoción, sin dejar de lado la parte periodística.
¿Cómo fue el tránsito de este libro desde las aulas universitarias hasta su publicación?
No fue tan rápido. Yo terminé la universidad en 2009, con un manuscrito que empecé a lanzar a diferentes editoriales. Así estuve por varios años hasta que llegó el 2013, que iba a marcar el centenario de “Lolo” Fernández. Era la oportunidad histórica de publicar el libro, no podía pasar de entonces.
Agregué un capítulo más en el que contaba las actividades que se hicieron ese año, como la bandera gigante que se desplegó el 20 de mayo. También relaté aquella campaña de Universitario, que fue muy accidentada, pues había un equipo mixto con jugadores de experiencia y otros muy jóvenes. Perdieron un partido importante contra Cristal por 4-0 y nadie pensaba que iban a salir adelante, pero a partir de la garra y la figura de “Lolo”, los jugadores entendieron que tenían que salir campeones sea como sea. Esa fue la parte más personal de la historia, porque la viví partido a partido.
A la Editorial Mesa Redonda llegué en marzo de ese año y recién en diciembre se llegó a publicar. Originalmente solo íbamos a sacar 500 libros, pero la ‘U’ comenzó a subir en el torneo, llegó a la final, y los editores decidieron que serían 2000 copias. La presentación se dio un día antes de la final del 2013; al día siguiente, nos subimos a un bus y nos fuimos hasta Huancayo para el partido. Finalmente, la ‘U’ salió campeón. Fue algo que no pudo incluirse en aquella primera edición, pero que sí pude agregar para la segunda.
¿Ampliaste la investigación para esa segunda edición de 2019?
Sí. Aparte de contar la historia del campeonato de la ‘U’ en 2013, hice un capítulo sobre el fenómeno social y cultural que se origina a partir de la figura de “Lolo”. A partir del terremoto que hubo en Pisco, en 2007, los hinchas empezaron a ir a Hualcará para conocer la tierra donde había nacido el ídolo. Primero se organizó la Navidad de “Lolo”, en la que se llevaban regalos a los niños, y, más adelante, se instauró La Ruta de “Lolo”, un peregrinaje de hinchas que se realiza cada mayo. En la edición de 2017, se trajeron desde Piura unos chimpunes de “Lolo” que son propiedad de un hincha de Alianza Lima (se los ganó en un sorteo en el año 1953), una historia que también cuento en el libro.
A la distancia, ¿cómo tomas tu experiencia en el curso de Periodismo Literario?
Al comienzo se me hizo difícil porque no encontré al personaje perfecto, pero una vez que llegué a “Lolo”, todo empezó a fluir. Para llevar bien el curso, es importantísimo que te apasione el tema, porque vas a vivir con ese personaje día a día, durante un año.
Escribir un libro de este tipo es un proceso arduo. Siempre hay complicaciones en el camino, como no encontrar a la persona que quieres entrevistar. Y, en mi caso, esto era especialmente difícil porque “Lolo” ya no estaba vivo al momento de la cobertura. Sin embargo, cuando te metes en el personaje y empiezas a frecuentar a las personas cercanas a él, se van atando cabos, las cosas se van dando.
Escribir también es complicado. ¿Cómo cuentas una historia? Para eso te sirve mucho la experiencia de los profesores: ellos te van llevando y te ayudan a armar la estructura. Leer tu texto frente a tus compañeros de clase también ayuda: cuando uno está muy metido en la historia no es capaz de ver errores que otros sí.
Si bien no todos los alumnos de la carrera terminan publicando sus proyectos, el hecho de salir con un libro bajo el brazo es un valor agregado muy importante. Este texto me ha permitido hacerme conocido en el ámbito del periodismo deportivo y, gracias a él, he podido entrevistar a futbolistas, personajes y periodistas que eran referentes para mí. Uno sueña con la idea de escribir un libro, pero no lo tienes tan cerca hasta que llevas este curso y lo haces.